Obvio que de mi celular entro a Facebook, ¿Qué, acaso tu no?
La tecnología actual si bien nos ayuda a llegar más rápido a lugares, a estar comunicados en todo momento, a saberlo todo, de todo lo que nos interesa, nos aleja de la realidad. Algunos incautos aún creen que realidad es eso que ves en al televisión, en series o en los reality’s americanos, en donde todos se comportan como en la vida real (show que se volvió popular incluso en nuestro país), algunos dicen encontrarla en la calle, en la gente, otros creen encontrarla en las imparciales noticias matutinas, pero lo más interesante es el grupo que cree, perdón que sabe que la realidad, lo actual, lo que sucede en su entorno real o idealizado lo encontrara en las redes sociales como Facebook o twitter.
Vivimos en una era individualista que busca exponerse. Individualista en sentimientos reservados, pero promiscua en información. Una era en la que todos quieren decir lo que piensan, donde están, con quienes estuvieron, y lo mucho que se aman. Vivimos en una era en la que las apariencias nos envuelven, y nos llevan a crear una pantalla de lo que queremos que los otros vean. Era en la que hemos aprendido a <postear> cosas analizando lo que uno u otro dirá, de quienes comentaran, de porque lo harán, o sino, del porque no lo hicieron. Una era en la que ridiculizamos a los <foreveralone> quienes se supone, pasan horas en sus computadoras, mirando paginas en Facebook; pero somos cobardes en admitir que tenemos actualizaciones automáticas, las que nos avisan del que, como, cuando y donde de nuestros miles de amigos. Somos hipócritas, fingimos amistades, nos metemos en las vidas de todos, pero somos amigos de todos, somos cool por salir tanto y ser populares, somos únicos y geniales.
Lo mejor de todo esto, es todo lo que viene de la mano de nuestra genialidad, la tecnología, la sobreexposición, la publicidad, la venta y en general el consumismo. Hoy en día el que menos esta híper-conectado (y no me refiero al buen ser humano que trabajo mucho y ahorro su plata para comprarse un celular de ultima tecnología) me refiero a los niños de 8 a 10 años que exigen aparatos cada vez más avanzados <incluso mucho más que el mío>. Todos, sin importar la edad, estamos absorbidos por tanta tecnología que nos atrapa. Nos vemos obligados a tener ciertas cosas que antes ni nos importaban. Hoy debemos tener tecnología, sino nos quedamos atrás.
¿Pero es acaso toda esta tecnología algo positivo? Hoy parecemos creer que es mejor pasar horas detrás de una computadora leyendo un libro digital, que gozando del exterior, libro en mano y apreciando los miles de personajes que se ven en la calle. ¿Cuándo es que las computadoras remplazaron el exterior? ¿Porque es que muchos prefieren encerrarse en sus cuartos y dejar de salir a gozar de la vida, de la realidad? Pasamos más tiempo viendo las realidades de otros que viviéndolas, miramos fotos de nuestros muchísimos amigos, todos ellos felices y únicos, vemos sus geniales vidas, comparamos, deseamos, opinamos, y nos metemos en los asuntos de todos. Admitámoslo, lo hacemos. Pero ¿porque? Aparentemente nuestra era digital nos convenció que ahora es necesario salir con una cámara en mano, que es imprescindible tomarle fotos a cada uno de nuestros pasos, decir donde estamos, con quienes, lo que comimos y como estuvo, taggear personas, lugares, el exponernos. Nos convencimos de la importancia de esto, pero olvidamos mencionar que todo ello no es seguro. La inseguridad que genera nuestra inocente honestidad nos vuelve altamente vulnerables. Ninguno sabe con exactitud quien o quienes revisan sus páginas, entonces lo único seguro de nuestra sobreexposición, es decir que hoy en día ya no es secreto el donde estas y con quienes. Ya no hay líneas en blanco, hoy todos sabemos todo.
A toda generalización siempre hay sus oponentes. Admiro, incluso podría decir que adoro a quienes se salen del sistema, quienes se resisten a esta <comunicación masiva> y huyen, por razones diversas de estas cadenas tecnológicas de comentarios. Mi hermana, por ejemplo, decidió borrar su cuenta en Facebook; alegando que odia que la gente sepa de su vida, quecomente, que se meta. Pero lo gracioso es saber que ella sabe todo de la mía. Que transatlánticamente sus amigos le informan de con quien salgo, de mis fotos, de los sitios, de mis amigos, y que ¿tengo novio? Novedad, ni yo lo sabía. Es este teléfono malogrado tecnológico que a esta escala causa risa, pero muy fácilmente podría destruir gente. Es increíble ver en las noticias historias de chicas que se suicidan por comentarios en Facebook, es triste y ahora más común. ¿A que hemos llegado?¿Desde cuándo es que esta tecnología se ha apoderado de nuestras vidas?, ¿porque es que nos importa tanto el que dirán? Al parecer, hemos sucumbido ante tanta sobreexposición. Por todo esto, es correcto decir que hemos dejado de poseer la tecnología, y pasado a la era en la que la tecnología nos posee a nosotros.
Buscando rescatar algo de todo este cuchicheo tecnológico del siglo XXI, de la sobreexposición y la vulnerabilidad, pensé en los increíbles alcances de nuestros aparatos. Hoy en día tenemos muchísimo acceso a información que antes no existía, perdón que escaseaba, que le pertenecía a pocos. Podemos en tiempo real ver noticias al otro lado del mundo, y en la palma de nuestra mano. Podemos sustituir periódicos, televisión, correos, ir a un banco, pintar, ir al cine, incluso dibujar planos…. Espera, ¿quién quiere sustituir todo eso? Si, otra vez llevamos las cosas muy lejos. Hoy en día comentamos y criticamos de cosas, lugares y personas como si hubiésemos estado ahí, como si los conociéramos. Nos creemos dueños de la información y de lo que está al alcance de nuestros dedos. Nos creemos mejores y definitivamente más vivos que nuestros antepasados, olvidándolos y mofándonos de ellos y de los lentos, pues ahora todo lo tenemos rápido y fácil.
Hemos entendido mal los alcances de tanta tecnología, hemos olvidado su razón. Es perfecto poder revisar datos y artículos, correos en un segundo y sin movernos de donde estemos, pero siempre lo llevamos a los extremos. Hoy en día es común entrar a youtube a ver videos, música y conciertos completos. La gente no va a sitios a observar, ahora vamos a generar pruebas que estuvimos ahí. Nos preocupamos más de grabar al artista y subirlo, que escucharlo. Olvidamos vivir de verdad y nos la pasamos editando nuestras vidas.
Con estas líneas no intento, en absoluto, excluirme por completo de este grupo de confundidos, pues pertenezco a esta era. Adoro tomar fotos, subir algunas, comentar cosas, leer sobre acontecimientos de quienes me importan, saber que mis amigos, sin importar su ubicación geográfica están a un click de mí, ver y saber que están bien, revisar notas de conciertos, conferencias, talleres, diplomados, rifas, artículos, concursos, blogs, detalles que antes no hubiese podido ver con tanta facilidad. Soy parte de este sistema, gozo de toda esta tecnología, la disfruto pero también la critico. Se sus límites y alcances, sé que al subir algo podrá ser visto por uno o miles, sé que mi familia y conocidos estarán al tanto de lo que hago y muchos tendrán de que juzgarme. Lo sé, y me rio. Nadie puede salirse por completo de este círculo, nadie que quiera ir a exposiciones, entrar a concursos, saber de diplomados, ver ofertas, enterarse de noticias realmente puede. Así que me rio. Nuestra era es esta y no tiene pinta de cambiar, así que lo que nos queda es definirnos de verdad, saber nuestros valores y priorizar lo que nos importa. Escanear tanto spam que nos rodea y no dejar que nos moldee, utilizar a la tecnología y no dejar que esta siga al mando de nuestras vidas, que dictamine nuestras metas, que difumine nuestro enfoque. Como en todo, depende de nosotros tener el control.
Cynthia Cecilia Perez Bazan